La Leyenda de las Campanas de Alquézar

Uno de los puntos más importantes de la Villa de Alquézar es la Colegiata de Santa María la Mayor de Alquézar, en el Pirineo Aragonés. Antes fortaleza y a día de hoy uno de los monumentos históricos más importantes de la península.

Cuenta la Leyenda de las Campanas de Alquézar, que un joven aprendiz de Campanero se presento ante el Abad de la Colegiata de Santa María la Mayor. Al enterarse que buscaban a alguien para tañir la campana principal de la Colegiata.

Esta campana tenia algo muy especial. Era la encargada de combatir las tormentas, las granizadas, las sequías. Y sobretodo, era la encargada de combatir las fuerzas del mal y la brujería.

Campanas abadia

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El joven Campanero se entrevistó con el Abad. Este le habló con palabras lentas y claras: “Cuando haya pasado la noche, hablaremos despacio”. Pero no le comentó de horarios, ni de misas, ni de cómo debía tocar esa magnífica campana. Y es que el joven aprendiz solo tenía interés por conocer y tañir la campana principal de la Colegiata de Santa María de Alquézar.

Y así es que después de la entrevista, marchó directo al campanario para ver esa magnífica campana. Pero antes de abrir el portón que le llevaría hasta ella, una vieja encorvada se le acerco y le susurro con voz muy clara:

  Joven aprendiz, aléjate de estas campanas, no gustan de los vivos.

Repicar de Campanas

Pero el joven no hizo caso de las palabras de la extraña mujer y a media noche subió al campanario para estrenarse en su nuevo trabajo. Y cual fue su sorpresa, que mientras subía las escalinatas que lo llevarían a su magnífica campana, esta sonaba con un estruendoso repicar tocando a muertos.

El joven asombrado se acercó hasta la campana, pensando que sería  el Abad demostrando su arte además de su destreza. Pero cual fue su asombro al ver que ahí no había nadie. Y la campana seguía y seguía sonando tan desgarradora como violenta. Al instante se le apagó la vela que lo iluminaba y algo rozó su piel. Entonces escuchó  la voz del fantasma con un aliento fétido:

“Yo he sido el Abad de la Colegiata de Santa María de Alquézar, consagrada a la Señora cuyo nombre no soy digno de pronunciar. He sacrificado mis últimos años con las más duras penitencias. Pero mi alma no tiene perdón porque mi pecado ha sido el de la carne y eternamente deberé pagar. Con el cuerpo de una hada hube de folgar en mi inconsciencia pecadora engañado por sus encantos y ahora por siempre mi llanto arrepentido sonará con el tañir de esta campana”.

Esa misma noche falleció el Abad con el que el joven había hablado horas antes.

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